lunes, 7 de noviembre de 2016

QUINTÍN ESQUEMBRE Y LA GUITARRA



QUINTÍN ESQUEMBRE Y LA GUITARRA


                                                                                                    Por Joaquín Navarro García






A menudo, cuando se aborda la vida o la obra de Quintín Esquembre, se olvida una de sus más importantes facetas, la de guitarrista-concertista, compositor y docente de dicho instrumento. De niño recibió sabios consejos del célebre guitarrista Francisco Tárrega que hicieron que sus gustos musicales se inclinaran hacia el instrumento español por antonomasia.

 En 1902 y estudiando en el Conservatorio de Madrid inicia su aprendizaje con el célebre Miguel Llovet, - en plan “particular, pues su enseñanza todavía no es oficial en dichos centros- dedicando, solamente a la guitarra, de 8 a 10 horas diarias de estudio. Rápidamente tuvo que asimilar las enseñanzas de Llovet, pues ya en 1904 da su primer recital ante el público, precisamente ante sus paisanos villeneros, no presentándose en Madrid hasta cuatro años después. También de ese año 1908 es su primer concierto en el “Real Conservatorio,” donde cursa Armonía, Violonchelo y Composición, obteniendo un gran éxito, igual al que alcanzó con el realizado en la “Real Academia de Bellas Artes San Fernando”. 

Exitosos fueron también los que en 1917 realiza, otra vez, en la Academia dedicado a Tárrega y el que dio en el Ateneo de Madrid. De esta época viene su amistad con un “principiante” Andrés Segovia, con el que después tendría ciertas discrepancias nuestro músico, sobre la manera de interpretar, a la guitarra, a algunos compositores clásicos. 

Esquembre ya ha realizado una exitosa “gira” por Portugal e Italia, como componente de una orquesta e intérprete de violonchelo y solista de guitarra. En 1923 se crea en Madrid la “Cultural Guitarrística”, a la que pertenecen, entre otros, intérpretes de la talla de: Miguel Llovet, Regino Saiz de la Maza, Andrés Segovia o Daniel Fortea. Esquembre es nombrado, por unanimidad, Profesor de Guitarra de dicha Asociación.



Entre otros conciertos, dentro y fuera de la Capital, están los que ofrece asiduamente en su Villena natal, a la que visita casi cada año. Además a toda esta actividad, hay que añadir su pertenencia a la Banda Municipal de Música y a la Orquesta Filarmónica de Madrid, de la que fue uno de sus fundadores y vicepresidente de la misma.

Llegamos al año 1924, donde sucede un hecho que podríamos llamar “histórico”, dentro de los anales de la guitarra española y del que es protagonista nuestro músico.  El 11 de julio, Quintín Esquembre es el primer guitarrista español en ofrecer un concierto que es retransmitido por radio, en este caso por “Unión Radio Madrid”, en sus emisiones “La Libertad” para toda España y América Latina.  Este hecho se volvió a repetir con cuatro nuevos conciertos más, en 1925 y 1927. 

Quintín también fue pionero en la inclusión de los músicos barrocos en el repertorio guitarrístico como Haynd o Bocherini. Durante estos años, los más felices en la vida de Esquembre como concertista, se siguen prodigando los conciertos en salas tan “señeras” como la del Real Conservatorio, al que vuelve muy frecuentemente, el Festival Homenaje a Fernando Sors de 1926, o el que ofrece en el Teatro de la Comedia un año después. Conciertos que originan interesantes críticas de afamadas plumas del momento y que dado el corto espacio de que disponemos nos impide hacernos eco de ellas, con lo cual renunciamos a darnos una idea exacta del prestigio que adquirió nuestro compositor.

Cuando Esquembre se encuentra en la cima de su fama como concertista, ocurre un hecho que hasta el presente no se ha podido desvelar realmente, puesto que ni él mismo nunca lo hizo, por lo tanto hay que moverse en el terreno de la hipótesis. Es a partir del año 1927 cuando Quintín abandona su actividad como concertista ¿qué pudo ocurrir para ello?.

 Varias son las “suposiciones” posibles. Por un lado el exceso de trabajo y sus obligaciones familiares. También cabe pensar si pudo influir el “disgusto” con Andrés Segovia. Sin embargo, conociendo la personalidad del músico: sensible, introvertido y ciertamente tímido a la vez que nervioso, al margen de otras cuestiones que ignoramos, se podría asegurar que nuestro músico sufriera lo que hoy se ha dado en llamar “pánico escénico”. 

De una manera u otra es ahora cuando el guitarrista se “desdobla” para realizar sus otras dos, no menos importantes, facetas. Por un lado la de pedagogo, con una serie de alumnos que llegaron a alcanzar cierta notoriedad, como es el caso de Vicente Gómez, que llegó a triunfar en la “Meca del Cine” participando en películas y realizando grabaciones discográficas, y el “Trío Esquembre”, en el cual figuran Manuel Hernández, Carmen González y Miguel Esquembre, hijo de Quintín, con el tiempo marido de Carmen, que también adquirieron cierto renombre.

Por otro lado es ahora cuando el músico compone una breve, pero interesante obra para su instrumento, de la que tenemos que destacar la más importante de ellas por lo que supone para el repertorio. Se trata de la “Rapsodia Andaluza” para dos guitarras y pequeña orquesta, compuesta el año 1938 en Valencia. Esta obra tiene la particularidad de ser la primera de estas características que se escribe en España y que por diversas circunstancias, adversas, han tenido que pasar ¡74! años para que viera su estreno.

Finalmente, Quintín, pasado un tiempo, retornó a su actividad concertística, pero quiso la fatalidad se le declarase, en los primeros años 50, una “retracción de la fascia palmar” o enfermedad de “Dupuytren” que le obligó a dejar toda interpretación musical y a jubilarse, en 1952, de la Banda Municipal de Música de Madrid.      


 (Artículo escrito por Joaquín Navarro para la revista de la Banda Municipal de Música de Villena).






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